2. Los ministerios juveniles efectivos saben a dónde se dirigen. Tienen metas y objetivos. Se han detenido a pensar en qué es lo que Dios pretende de ellos y se lanzan a cumplir su parte en el propósito general de la Iglesia de Cristo sin importar el precio. 3. Los ministerios que funcionan establecen estrategias apropiadas para conseguir los objetivos. Dejan de lado los “siempre se hizo así” y los reemplazan con métodos pertinentes para un espacio y un tiempo determinado. Paran la rueda de la inercia
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